Instituto de Investigaciones

Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar

INILFI


El INILFI fue creado por Ordenanza Nº 12 del Consejo Superior Provisorio, UNSJ, del 22-03-1985 y sus autoridades fueron oficialmente constituidas el 03-06-1985 por Resolución 442/85 de la Facultad de Filosofía Humanidades y Artes. Este Instituto se creó sobre la base de los Gabinetes de Estudios Lingüísticos y Literarios (GELYL) y de Estudios Clásicos y Medievales. Asimismo, a partir de los Proyectos en marcha sobre investigación lingüística y filológica dirigidos por los Prof. César Eduardo Quiroga Salcedo y Roald Viganó, que se desarrollaban en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Educación, desde 1975. El fundador y primer Director fue el Dr. César Quiroga Salcedo. Desde el año 2008 dirige este Instituto la Prof. Aída Elisa González.

El INILFI lleva el nombre del dialectólogo español Dr. Manuel Alvar López, Dr. Honoris Causa por la UNSJ. Presentamos a continuación, el Discurso del Director del INILFI, César Quiroga Salcedo, en ocasión de realizarse el Acto Académico correspondiente al título de Doctor Honoris Causa. (1/12/1992)


Sr. Rector de la UNSJ

Sra. Ministro de Educación de la Provincia de San Juan

Sr. Rector de la Universidad Católica de Cuyo

Autoridades gubernamentales, eclesiásticas y universitarias

Señoras y Señores

Hemos tenido el honor de ser escuchados por las autoridades de la Universidad cuando presentamos el pedido de conceder a Manuel Alvar el título de Doctor Honoris Causa de esta Casa de Estudios. Pero hemos recibido al par la más justa actitud a nuestra propuesta: el sigiloso y premeditado estudio de las cualidades científicas y humanas del nuevo doctorando, no como logro de cursos regulares sino por la investidura alcanzada por y en razón de honores previos.

Los miembros de los Consejos Directivos y Superior y sus comisiones respectivas se dieron a la tarea de analizar la figura de un académico español postulado hasta esta jerarquía científica –la más alta que otorga la Universidad- nada menos que durante el desarrollo del quinto centenario. La joven Universidad de San Juan, de casi dos décadas de vida, ha analizado la cuestión sin apresuramiento de pubertad sino en una exigente mocedad de propósitos, como aquellos jóvenes ejemplares que determinan en plena adolescencia los objetivos dispuestos para cumplirlos en la trayectoria de toda su vida.

Lo egregio de la ceremonia nos apremia en este momento a exponer ante autoridades, comunidad universitaria y ciudadanía el porqué de esta distinción y los alcances de este acto tanto en el orden científico, en el académico como en el humano. Es preciso trasladar a la oración pública lo que intuitiva o experiencialmente hemos comprendido y captado a lo largo de más de cinco lustros de investigación y estudio, explicitar nuestras razones en forma de conceptos apropiados en un discurso sencillo, veraz, pero a la vez hondamente realista y académico.

La Universidad de San Juan –como cada uno de nosotros– no puede escapar a una grave situación política y moral, tan argentina cual provincial, como para sentirse ínsula Barataria de una novela minúscula. Debe estar en tanto que alma que piensa, atenta y consiente de que cada uno de sus movimientos implica no tan solo el ejercicio de una autonomía sino la acomodación social de una existencia milenaria y un proceso dentro de una historia con cuatro siglos en su espalda. No podemos congraciarnos con las actitudes ligeras e insolventes, como la de regalar pródigamente tierras paternas ni títulos que implican la posesión del saber, pero que también señalan la ejemplaridad de los ciudadanos, en particular los dedicados al saber y al culto de las ciencias.

Para ello nada mejor que presentar a Manuel Alvar en el contexto de los que nosotros creemos y hemos precisado ante nuestras autoridades universitarias. El marco de la ciudad y de este acto son exactamente propicios para ello, pues si bien es cierto que hemos perdido por la naturaleza rebelde y los cataclismos irreverentes casi toda nuestra historia y patrimonio cultural, no es menos cierto que hemos quedado ahítos en ansias por los grandes modelos de la humanidad.

Por primera vez un miembro de la Real Academia Española de la Lengua está en condición de tal, junto a nosotros, maduro, cumplido de saber, sólido, con un bagaje exquisito de saber y con esa hoja de vida que hoy tanto reclamamos bajo el nombre de currículo. Todo un cuadernillo trasunta el despliegue de una vida dedicada al estudio y la investigación y son más de 500 los títulos de sus obras de gran envergadura, algunas de ellas capaces en su unidad de honrar una memoria; pero figuran también allí sus libros, trabajos, artículos, conferencias y aportes científicos de variada índole, temática y especialización. Entre doctos de varias disciplinas podríamos elogiar sectores de una variada riqueza difícilmente abordable por una misma mente. Pero no es este el momento de analizar un currículo para un concurso sino el de apreciar toda esa enjundia y riqueza desde otro ángulo, con criterios más amplios aunque no por ello menos exigentes, desde perspectivas menos ajustadas aunque no por ello menos duraderas, esto es, en clave de valores humanos y horizontes definitivos.